viernes, 29 de junio de 2012

Al volver (Bariloche III)



El último recorrido es el clásico Circuito Chico. Ahí está el hotel Llao Llao cuya imagen imponente nunca caduca, a pesar de los años que pasan y los nuevos hoteles que se hacen en el mundo entero. Y el verde del costado de la ruta que llena.






Me llevo un gorrito de lana que me compré acá, infaltable por estos lares como los souvenirs de chocolate. La imagen de montones de brasileros que han invadido otra vez la ciudad, pero no se los ve alegres, mas bien malhumorados (nos visitan los más estresados o nos mandaron unos truchos). El recuerdo de los chinchulines crocantes que comí en una buena parrilla. El misterio siempre resucitado de por qué en el tronco uno se pone diez kilos de ropa y en las piernas con sólo un bucito alcanza. La buena predisposición del barilochense. La confirmación de éste de que acá también hay tensiones y, parece mentira, en el paraíso también se muere la gente. La influencia positiva. 






A la vuelta en la ruta 237 el río Limay está ahí para escoltarnos, hasta que las manos del hombre a través de las represas lo empiezan a mutilar. El atardecer es apropiado con la idea de fin de este viaje. Ya en Neuquén volverán las protestas dentro del auto contra los ideólogos de esa especie de autopista, pero llena de semáforos (quién no ha dicho alguna vez al atravesarla, que "se tarda mas ahí que en el resto del trayecto").
Agradecida por este, habrá que esperar hasta el próximo viaje. 
O...Siempre nos quedará Bariloche.





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